Peñee ndu eme , Mainoí ijayvu Ygary reve

Aguyjevete! Escucha el silencio,
un colibri habla con el Cedro.
Camina la huella del anciano
como cachorro felino
la lengua suave toca su paladar
Peñee ndu eme

Maino-í iyaivu Yvyrá revé...

sábado, 19 de abril de 2014

Un comentario sobre LA SOMBRA DEL JAGUAR



La magia significante y la metamorfosis corporal.

Por Guillermina Martinez

El 12 de abril se presentó, en la ciudad de Tandil, el documental  La sombra del jaguar- kuaray'a chiví-. Dicha actividad estuvo organizada por el IOM  local  y ante un público heterogéneo e interesado se contó, luego de la proyección, con el comentario de Sara Ortelli, Dra en Historia e investigadora del Conicet;  de Enrique Acuña, guionista y  director del film y la coordinación de Ángel Orbea, responsable del IOM- Tandil. 

El documental, nos introduce en el mundo mbya guaraní, comunidades  que habitan las selvas próximas del alto rio Uruguay y  los saltos del Moconá,  llevándonos a través del relato de sus mitos y rituales a un conocimiento de su historia y razones, definiendo al mismo tiempo la identidad guaraní. Son cinco capítulos donde los testimonios abordan La Creación y el mito del sol y la luna; la bendición de frutos y el uso de los nombres propios; los dueños y sombras, la pasión animal en la transformación y por último, la tierra, el fin de espera. Se nos va presentando una forma de vivir, crecer, enfermar, curar y morir en el monte del cual son parte, ya que el ser mbya, su ontología se constituye a partir de ser parte espiritual; un lenguaje del monte. Ahí la naturaleza esta culturalizada por lo simbólico.

Orbea piensa al documental como una obra de arte donde rescata la experiencia de la historia, en el sentido de lo que plantea Giorgio Agamben en Infancia e Historia. Por su parte, Sara Ortelli comienza destacando la estética de la película, así como el valor del acercamiento y  la mirada, poniendo el acento en la función de la palabra cuando se les otorga un saber a estos sujetos, llamados mbya-guaraníes. También interroga Ortelli la cuestión de la memoria cómo algo vívido y contado en la verbalización del mito; haciendo un paralelismo con la preocupación actual de la sociedad argentina por la memora activa.  Dirá que estos pueblos tienen algo que enseñarnos, interpelando la memoria de una manera más profunda que la nuestra, a partir de sus antepasados y de una vivencia permanente  de la experiencia y el aprendizaje de sus ancestros. Finalmente dirá que impresiona de una manera brutal y gráfica, la imagen del nuevo paisaje luego de la desforestación y las plantaciones de soja, con una tierra más yerma quedando la selva detrás, testimoniando la destrucción del “blanco”.

Enrique Acuña retoma la cuestión de la memoria oral, destacando que ésta, ha mantenido los detalles del los mitos intactos porque en una cultura ágrafa, el uso del lenguaje oral para contar la memoria se valoriza. Hay una pragmática en el cual el mito organiza y se actualiza en los rituales y estos interviene en el estilo de vida; reglando y organizando la comunidad, por ejemplo estructurando perfectamente el engranaje comunitario.  

Destaca la actitud nominativa de los mbya, donde las palabras nombran las cosas de la naturaleza –según el relato mítico donde los dos héroes civilizadores –Sol y Luna- enviados por El padre creador, nombran las plantas, los animales, y organizan el buen vivir. La estructura del mito tiene una lógica significante, que luego se pone en juego en el ritual sagrado como el Ñengue. La lógica interna del mito originario, es que el nombre de las cosas está dado por Dios. En la medida que va nombrando, va creando, lo que permite observar el fuerte fundamento que tienen las palabras. Esto,  se pone en juego en el ritual de la bendición del nombre propio. Operación de tres momentos donde en el primero, se le pregunta a Dios el nombre del niño, en el segundo, Dios dice y se entiende cuál es la palabra, mientras que  en el tercero, se comprende el nombre, inscribiendo al niño en un árbol genealógico de dioses. Si en esa imposición, el niño “no se halla” –según suceda un buen o mal  encuentro con ese nombre-  puede caer en la transformación del cuerpo, la metamorfosis animal  (Jepotá), enfermar o morir.


Siguió Acuña explicando porqué para los mbya, las palabras no solo nominan sino que, también curan, siguiendo una eficacia simbólica. Se evidencia en la ceremonia de la palabra, cómo son curados por un ritual que solamente está basado en las palabras y en una accion performativa que es el fumar–curar del Tatachiná- . No hay ninguna sustancia que esté operando en dicha curación. El analista también opera con  la palabra, pero a diferencia de la teatralización chamanica; apunta a un más allá de lo simbólico, tocar lo  real.  En la cura analítica hay que atravesar este momento de la magia del significante, para después aislar un elemento imposible de decir que causa el hecho de seguir hablando: el deseo inconsciente.

El guionista de este documental retoma luego la enseñanza de en el “Mito individual del neurótico” donde observa que el neurótico tiene su propio mito y ritual –su religiosidad neurótica- que relata en el diván. Esta manera de mantener a salvo sus privados objetos , es una manera de hacer con lo sagrado en el fantasma neurótico, que revela en el síntoma su articulación significante que puede ser interpretada. Tambien actualizo als referencias al perspectivismo amerindio de Philippe Descola y Viveiros de Castro, con las ontologías que ellos describen en algunos pueblos originarios.

Por último, luego de un cruce de preguntas e intervenciones del público atento por el documental,  Acuña plantea que la situación actual de las comunidades guaraníes, está atravesada por tres cuestiones: los derechos humanos, la tierra y evitar el genocidio, por lo que una respuesta posible es la presencia en los pueblos originarios, el acompañamiento, para seguir escuchando  su particular modo de ligarse a un fundamento de la palabra que oscila entre la religión y la magia; del cual sabemos el psicoanálisis aprende.-

 


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