Peñee ndu eme , Mainoí ijayvu Ygary reve

Aguyjevete! Escucha el silencio,
un colibri habla con el Cedro.
Camina la huella del anciano
como cachorro felino
la lengua suave toca su paladar
Peñee ndu eme

Maino-í iyaivu Yvyrá revé...

miércoles, 2 de octubre de 2013

Una primera estancia... por Fátima Alemán




                                                  Una primera estancia en Guyrá Retá

       Llegar a Guyrá Reta no fue un trámite sencillo para una platense acostumbrada a las rutas pampeanas: saliendo de Posadas capital en un ómnibus de la empresa Río Uruguay se llega luego de cinco horas y media a la localidad del El Soberbio. Luego, un trayecto de 40 km de tierra en una camioneta 4x4, que atraviesa Colonia La Flor (una pequeña localidad de chacras y casas adornadas por el fucsia de las azaleas), nos deja en la entrada de Guyrá Retá. 

El paisaje es un cambio sorprendente porque si bien Posadas tiene sus lomadas y el encanto de la vista al rio Paraná, atravesar Misiones rumbo al río Uruguay permite internarse en las sierras ondulantes para apreciar el  monte imponente que se mezcla inexplicablemente con las plantaciones de yerba mate, té o pino Paraná. 

Los cuatro días de estancia en la cabaña Guyrá Retá fueron además días de mucha lluvia y de un frío húmedo poco habitual para fines de agosto (parece ser que en los últimos años la “ola polar” oriunda del sur de nuestro país atraviesa el territorio argentino sin respetar los microclimas de cada región).

Pero el clima no hizo obstáculo para apreciar el verde explosivo de la Reserva Biosfera Yabotí,  ni para escuchar el canto de los pájaros al despuntar el alba. Es más, las botas cubiertas de barro rojo que me acompañaron en el trayecto a la aldea Pindó Poty (2 km de ida en bajada y 2 km de vuelta en subida) fueron testigos de una experiencia única, compartiendo charlas  -entrecortadas por mi respiración agitada por la caminata- con mis compañeros de estancia, Lucio y Dionisio.

Las visitas a la aldea fueron ocasión de conocer el increíble paraje donde 20 años atrás migraron algunas familias desde Tekoa Jeji, con el antecedente de un sueño de la anciana Kuña Karaí Victoria Almeida que funcionó como “revelación sagrada”, causa de mesianismo y migración entre ambos territorios. Si Ñande Ru habita en cada ser del monte, la disposición de las cabañas como un anfiteatro natural, permite que se lo aprecie y se lo celebre, incluso siendo un juruá curioso y fascinado por el poder de la naturaleza.

La hospitalidad del cacique Alejandro Benítez y su familia me hizo sentir por momentos parte de sus costumbres cotidianas: compartiendo el ritual del mate alrededor de una fogata en la choza de paja y barro, recorriendo el sendero de las trampas para cazar animales, escuchando un coro de niños en la casa del maestro Tito, apreciando las artesanías que cada familia expone ante el visitante, agradeciendo un almuerzo con pan casero y chorizos de la zona el último día bendecido por el sol de la selva.

Tambien tuve la suerte de compartir una larga charla con los adolescentes que cursan el secundario en El Soberbio, en una experiencia inaugural que pone a prueba la resistencia de una “interculturalidad” que sabrá de sus resultados concretos a futuro. Según supe por el maestro bilingüe, las costumbres de los mbya-guaraní están a salvo de la globalización tecnológica pero siempre y cuando la música hipnótica de sus cantos colectivos conserve su lengua y el español sea sólo un medio para el intercambio.-

Fátima Alemán




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